Tenía casi dos semanas sin pasar por aquí. Con los ajustes a
mi nuevo horario y demás cosillas, no había tenido tiempo ni siquiera de
encontrar algo de inspiración y, como lo que menos quiero es que escribir aquí se
vuelva una obligación, decidí esperar hasta ahora, que me encuentro con ganas,
con tiempo y con inspiración.
El día de hoy escuché, dirigida a mí; la frase “La vida pasa
y hay que vivirla”. Algo así, palabras más, palabras menos. Y de hecho pienso
que no puede haber más razón. La vida pasa y no se detiene ni un momento y,
antes de que puedas decir la palabra “presente” este ya se volvió pasado y el
futuro nos alcanza. Bien, ¿esto es un pretexto para tomar decisiones
precipitadas o vivir a toda prisa por tener miedo a perderse un instante del “ahora”?
Entre la inmensa bola de creencias locas que tengo, está la
que dice que si vivimos pensando en cómo atesorar y atrapar el presente, no
podremos disfrutarlo porque este nunca terminará de llegar. Hay que vivir en el
ahora, si, pero solo con lo que tenemos. Las creencias correctas o erróneas,
con las locuras con las que cargamos y hacer lo que podamos con lo que hay en
nuestras cabezas. Equivocarse, incluso a sabiendas, pero nunca dañando a los
demás.
Incluso tomarse un tiempo, detenerse a mirar en donde
estamos y observar, aunque solo un poquito, como la vida avanza, se me hace
algo sano y digno de llevarse a cabo. Y es que a mi parecer, TODO,
ABSOLUTAMENTE TODO lo que hagamos, siempre y cuando sea con la convicción de
ser nosotros mismos y de gastar los segundos de nuestra vida definiéndonos, transformándonos
y reinventándonos está bien y es válido.
Por eso, cuando me dicen que hay que vivir la
vida, lo tomo con filosofía. Sin pensar en los tiempos en los que no lo hice,
en las veces que pude haberlo hecho y en lo que podría venir más adelante. Tomo
lo que tengo, fruto de lo que tuve y llave para lo que viene, decido, para bien
o para mal y a lo que viene. La vida es un inmenso y continúo clavado a lo
infinito.