Hace unos días, cuando me dispuse a trasladar información de mi portátil vieja a la nueva, ya que la primera no la usaré más, dos cosas llamaron mi atención. La primera era que, una vez encendido el aparato y, tras ir de carpeta en carpeta buscando que guardar, no había en realidad nada que me quisiera llevar de ahí. Termine llevándome solo una foto de entre cientos que tengo. No me llevé imágenes, música, videos, documentos, nada.
Lo segundo fue que, al mirar las fotos que tenía en busca de
aquellas que quisiera conservar, me encontraba con caras conocidas que en la
actualidad suelo ver o poco o nunca. Caras que pasaron de ser tan familiares a
ser tan ajenas a mi vida o en algún caso indeseables.
La vida me ha enseñado que apegarse mucho a algo o a alguien
no es muy buena idea. No sé si sea algo bueno o malo, o si se me vaya a
considerar como un caso para algún psicólogo, pero tras vivir muchos años con la idea de la
media naranja, el alma gemela, etc., y desengañarme una y otra vez, ahora sé
que en realidad para mí es muy fácil decirle a algo o, a alguien; adiós.
Claro que hay dolor, incluso lágrimas, pero comprendo que
así es la vida. Todo tiene un ciclo en la vida de las personas, otras personas
y objetos. Hay un tiempo en el que llegan, comparten el camino y el tiempo y
otro en el que deberían marcharse o no hacerlo. Lo digo así porque me ha tocado
gente y me llegué a contar entre esta; que se aferra al pasado y no lo ha
dejado ir, arruinando las cosas que el camino le llevaba, todo por arrastrar un
peso muerto.
Ha habido personas que han llegado a mi vida y ahora ya no
se encuentran en ella. Gente a la que he considerado amigos que ahora son solo
caras a las que dedicarle un simple hola en la calle y no más.
No puedo decir
que me molesta o que es triste, de hecho a mí se me hace lo más sano. Desde que
soy así ya no hay resentimiento, o tristeza. Los amigos que de verdad puedo
decir son mis amigos, son pocos, pero los aprecio y los conservo, si hace falta
lucho por ellos.
Lo difícil en la vida es aprender que meter en nuestra
maleta y que desechar. Y aprender esto es más difícil aun que aprender a
despegarse de algo, ya que elegir lleva tiempo y repetidas experiencias
amargas.
En cuanto a mí. Yo ya viajo ligero.
En cuanto a mí. Yo ya viajo ligero.
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